lunes, 26 de enero de 2009

Moñuas (L)


Estuve esperando toda la noche a que llegaras, a que me dieses un beso de buenas noches y me dijeras que me querías, que era la única que ocupaba tu corazón.
Ahora simplemente sé que no te importo y que soy otra más de las tantas con las que saliste, pero tranquilo, lo superaré; ya no quiero escuchar más, las mentiras que salían de tu boca. Quiero que no vuelvas a pedirme perdón, he aprendido la lección y sé que aunque te perdone lo volverás a hacer, no cambiarás como me prometías. Tal vez algún día podré perdonarte, aceptar que no me querías y que me utilizabas continuamente...
No sé si te sirva de consuelo saber que yo aún te amo y que me estoy esforzando en creer que seré feliz sin ti.

Dar la espalda.


Tenía los pies congelados y casi no los sentía, no sabía como había llegado hasta allí, esa calle tan bonita y luminosa, desde luego no se parecía en nada a mi barrio. La gente pasaba con mucha rapidez como si tuvieran prisa y ni siquiera me miraban. Era un pobre mendigo, sin casa, sin dinero si quiera para unos simples zapatos o un abrigo para los días de invierno. Me acerque a una señora que miraba un pequeño escaparate, se alejó rápidamente murmurando maldiciones sobre los pobres y como el gobierno debería acabar con nosotros. Me sentí humillado y solo, creí que esa mujer me ayudaría pero solamente me hizo sentir peor. Me fijé en el escaparate que antes observaba la mujer, era una pastelería, se me hacia la boca agua al mirar los pasteles, mantecados, turrones y roscos que había, con mis manos sobre el cristal del escaparate y con mi estómago rugiendo desee poder tener dinero para comprarme algo de comer. Mientras estaba en mis ensoñaciones salio un hombre con una escoba, empezó a darme para que me apartase y dejase mirar a sus clientes. Otra vez esa sensación de soledad y humillación, nadie me ayudó, nadie le dijo nada a aquel señor que me daba con su escoba como si me tratase de una rata. Me alejé de allí mientras mis ojos se anegaban de lagrimas, recorrí las calles en las que la gente me insultaba y empujaba, en varias veces me tiraron al suelo y pasaron por encima mía. La gente era a veces tan cruel y despiadada, capaz de todo cuando ven algo que les desagrada. Al final llegué a lo que creí mi destino, una solución a todo lo que me estaba pasando, me acerque a aquel puente sería el final perfecto de mis desgracias, nadie me pararía, nadie me echaría de menos. Me coloque sobre el muro, cogí aire fuertemente y un recuerdo inundo mi mente. Las últimas vacaciones felices que tuve junto a mi familia, pronto me reuniría con ellos en aquel cielo prometido. Ya estaba cayendo, mis ojos fuertemente cerrados y mis brazos rodeando mi pecho, el golpe fue más doloroso de lo que pensé, allí estaba yo, tirado en el suelo de aquella calle, sin que nadie me ayudase, el mundo tan cruel como siempre. La muerte llegó y yo la recibí con alegría, por fin dejaría de sufrir e iría a un lugar mejor, donde poder estar con mi familia, donde poder ser feliz.
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Lo que es mío, es mío